martes, 8 de julio de 2014

Notas - Direct Distribution of Resource Revenues: Worth Considering?

Estas notas corresponden a la nota de debate publicada por el Fondo Monetario Internacional que se titula Direct Distribution of Resource Revenues: Worth Considering?. Un artículo relacionado se encuentra en el blog Diálogo a Fondo de la misma institución.


Los ingresos que los gobiernos perciben por la explotación de recursos naturales suelen ser cuantiosos. Gupta, Segura-Ubiergo & Flores (2014) encuentran que ese valor es equivalente al 28.5 % del PIB –promedio entre 2003 y 2013- en una muestra de 35 países que han clasificado como ricos en recursos naturales, además de que suelen representar una alta proporción del gasto público –o una mucho mayor. 


A partir de eso, ha permanecido la discusión acerca de cómo deben de emplearse esos ingresos, especialmente a partir de las consecuencias que su gestión ha tenido en los países con gran capacidad de explotación de recursos, hecho al que se suele referir como la maldición de los recursos naturales.

Entre las opciones disponibles se encuentra la incorporación de esos ingresos adicionales al presupuesto o la gestión paralela al mismo. Los mismos autores recopliaron información acerca de los mecanismos de distribución directa, los cuales se encuadran en la gestión paralela y consisten en la transferencia directa de ingresos provenientes de la explotación de recursos naturales a los ciudadanos.

El proceso se fundamenta en la economía del comportamiento. Algunos estudios relacionados a esa disciplina sugieren que los individuos prestan atención a los cambios en sus ingresos –en este caso, promovidos por las transferencias directas-, antes o en mayor medida que a sus ingresos corrientes, y que las disminuciones en esos ingresos adicionales –causadas por los impuestos, por ejemplo-, promueven el interés por el destino que tienen esos fondos.

A partir de eso, el objetivo de la transferencia directa de los recursos sería la reducción de la discrecionalidad en la asignación de los recursos por parte de los gobernantes, y la generación de un sentido de pertenencia de los recursos que los ciudadanos devolverían al gobierno como impuestos –los cuales no serían descontados, sino cobrados-, teniendo como consecuencia una mayor demanda por la rendición de cuentas en su utilización. De esta manera, se alimentaría un ciclo que conduciría a la transparencia en el uso de los recursos y la canalización de los mismos para la efectiva satisfacción de las necesidades y demandas de los ciudadanos. Las finanzas públicas serían resarcidas posteriormente, mediante la recaudación fiscal, cuando esos ingresos previamente distribuidos, fueran gravados.

La concepción existente más cercana a la puridad del mecanismo es la que se da en Alaska. En ese país existe un fondo permanente al que se destina el 25 % de los impuestos relacionados con actividades extractivas, cuyo capital principal se invierte y son los rendimientos sobre el mismo los que se distribuyen entre la población adulta, aunque con ciertas restricciones. De acuerdo con los autores, el relativo éxito que esa modalidad ha tenido, se debe al respaldo que le propicia la institucionalidad de ese estado. Sin embargo, la debilidad institucional suele ser un factor que afecta a las economías con gran cantidad de recursos naturales.

Dada su naturaleza, existen algunos riesgos en la utilización indiscriminada de un mecanismo como este, entre los que se encuentran la reducción de la oferta laboral y la profundización de la desigualdad. La ausencia de evidencia empírica con relación a la aplicación de este mecanismo, condujo a los autores a evaluar los riesgos a la luz de los resultados de mecanismos que se basan en procedimientos similares, como los de apoyo a los ingresos y las Transferencias Monetarias Condicionadas (TMC). Aunque la información disponible no es concluyente, permite identificar que los riesgos de reducción de la oferta laboral podrían mitigarse focalizando la distribución de los recursos hacia la población más pobre, debido a que esta suele tener una baja elasticidad del ocio, contribuyendo al mismo tiempo a reducir la desigualdad.

Adicionalmente, como resultado de su análisis, los autores recomiendan que si se pretende incorporar el mecanismo de distribución directa de los recursos, se debe de: considerar la posición macroeconómica vigente y encuadrar la distribución de recursos en las condiciones de estabilidad propias de la economía; analizar la capacidad del sector privado de gestionar la escasez de los recursos, en atención a la necesidad de suavizar el consumo en el tiempo, a partir de la potencial disminución que el caudal financiero que generan los recursos naturales podría tener en el futuro; tomar en cuenta que como consecuencia de la dicha transferencia al sector privado, se disminuiría la capacidad financiera del sector público, con lo cual la provisión de bienes públicos podría verse amenazada. Además, no se deben de obviar los evidentes costos logísticos que la recaudación de impuestos sobre las transferencias implicarían para la administración tributaria, así como no se debe de sobreestimar la capacidad de recaudación de esta última.


Si se considera lo anterior, los autores valoran que la implementación de un mecanismo de distribución directa podría ser más eficiente que los mecanismos tradicionales de redistribución, además de que contribuirían en la construcción de redes de seguridad social. El diseño de un procedimiento de este tipo debe de incorporar los factores antes mencionados y analizar la porción de los recursos que más convendría distribuir a los hogares, frente a los objetivos de disminuir la discrecionalidad del gobernante y de aumentar la rendición de cuentas. Así, conviene definir con propiedad los roles de los sectores público y privado en la transformación de las economías ricas en recursos naturales, para el mejor aprovechamiento de los beneficios que estos generan en beneficio de su población.