domingo, 23 de junio de 2013

La inversión extranjera frente a las carencias sociales

De pronto, la bandera de los gobiernos de América Latina ha cambiado de enfoque y, en ocasiones, parecieran centrarse en un modelo de desarrollo con base en la inversión extranjera. Las intenciones por atraerla se han incrementado en Centroamérica, región cuyos países se han esforzado en mendigar los fondos destinados a la cooperación por parte de los países «desarrollados».

Así lo demuestran tanto las actividades desarrollados en Honduras y Guatemala para la promoción de la inversión -con una organización impecable-, como las dádivas chinas en Costa Rica. El mendrugo por el que pelean ahora es la inversión china y la taiwanesa, el primero de los cuales trata de ganar terreno político en América Latina, mientras que el segundo está más preocupado por mantener la lealtad que han mostrado los países de la región frente a su «apoyo».

Como he mencionado en una anterior publicación, la estampa de estos movimientos es la teoría del derrame (trickle down theory), la cual plantea que los beneficios a los que tengan acceso las personas que invierten, son determinantes del bienestar de los más pobres, de mejoras en el país y de la economía en general. 

Que la inversión es positiva para el desempeño de la economía y la mejora de los países no es cuestionable. Sin embargo, el momento en el que las políticas públicas de un país se esfuerzan en aumentarlas no debe de estar supeditado a las intenciones de las élites nacionales, ni debe significar el desplazamiento de las políticas que están dirigidas directamente a mejorar el nivel y calidad de vida de sus ciudadanos.

La tarea aún está pendiente en Guatemala, en donde la desnutrición, la educación, la salud y la inseguridad, son temas a los que no se puede dejar de prestar atención. De manera personal, estoy convencido de que  hay que quitarle el hambre a la gente, antes de ponerla a trabajar, o en el mejor de los casos, hacerlo simultáneamente.

Para dejar de ser un país de ineptos, tenemos que dejar de producirlos. Esto es, prestar atención a los problemas de las bases de la sociedad que son los que no permiten que nuestro país salga adelante; invertir en la sociedad y en atender sus carencias. Por eso, tanto los esfuerzos públicos como los privados, dirigidos a la reducción de la desnutrición, mejora de la educación y la salud en el país, son positivos desde cualquier perspectiva.

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